Creo que no hace falta decir que a mi humana, lo de escaparse a algún rinconcito perdido siempre que puede le encanta y, por supuesto, son contadas las pocas veces que no la acompaño.
Nos encanta disfrutar de la naturaleza, cuanto más lejos
estemos del ruido de la ciudad y más escondida esté la casa donde nos alojemos
mucho mejor.
Pero claro, el encontrarnos con variados bichitos no muy agradables a la vista por esos lugares también va en el paquete.
Pero claro, el encontrarnos con variados bichitos no muy agradables a la vista por esos lugares también va en el paquete.
A mi humano adoptivo le hace mucha gracia ver cómo mi humana, una
gran defensora de los animales, enamorada del campo y muy poco urbanita, entra en estado de locura absoluto al cruzarse
con una cucaracha, abejorro, saltamontes o similar, mientras Luka y yo la miramos sin dar crédito.
Pero yo tampoco
voy a hablar muy alto porque, aunque por mi lado pueda pasar el insecto más
grande conocido sin inmutarme, una simple bolsa
vacía deslizándose por la calle sin rumbo definido puede ponerme los pelos de punta.
Hoy quería contaros la semanita que pasamos en Aia hace ya muchos años y es que,
Hoy quería contaros la semanita que pasamos en Aia hace ya muchos años y es que,
el norte, es de los destinos
preferidos por mis humanos, guardando, con especial cariño, los recuerdos que
tienen de este viaje.
Estuvimos instalados en una casa rural en este pueblito que se alza sobre la costa central guipuzcoana, entre las poblaciones costeras de Orio y Zarautz, que también me llevaron a visitar.
Nos despertábamos con el solecico entrando por las ventanas y nos esperaba este paisaje todas las mañanas nada más abrir la puera. Así es normal que no apetezca volver a la rutina.
Estuvimos instalados en una casa rural en este pueblito que se alza sobre la costa central guipuzcoana, entre las poblaciones costeras de Orio y Zarautz, que también me llevaron a visitar.
Nos despertábamos con el solecico entrando por las ventanas y nos esperaba este paisaje todas las mañanas nada más abrir la puera. Así es normal que no apetezca volver a la rutina.
No quería ni imaginarme la factura del agua para poder regar un parque tan grande. . . porque. . . ¡mira que lo tenían verde! |
Tomé buena nota de todas las indicaciones que me fueron dando, eso sí, como premio por prestar tanta atención, me gané unas buenas carreras por la arena y algún que otro chapuzón. |
Embobados por las vistas y encantados, volvimos a casa. Con ganas, siempre, de repetir. |
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